
Mis vacaciones MTB en Asturias.
<![CDATA[
El placer de viajar al paraíso: Tracks Astures. ¡Volveré!
Por Meme. Fotos: Tracks Astures, Miguel García, F. Javier Díez y Meme.
Como cada año durante la década que llevo montando en bici, uno de mis momentos más esperados, por necesario, es mi viaje veraniego en bicicleta.
Ya son muchos los destinos descubiertos, a cual más bonito: Alpes, Camino de Santiago, Granada, Lanzarote, León, Pirineos… Ya son muchos paisajes, muchos caminos recorridos, muchos kilómetros en las piernas, y muchos momentos. Pero no por ello deja de ser algo muy especial, y que siempre espero con gran expectación. Y este año no iba a ser menos.
¿Por qué Asturias? ¿Y por qué no? Cada año proponemos, seleccionamos, elegimos o votamos, pero cuando Micky, uno de mis compañeros propuso Tracks Astures no hubo objeción alguna. Nuestro destino Verano 2014 sería la grandiosa Asturias.
Por mi parte tenía especial motivación, ya que me habían hablado maravillas de esta ruta y de Ruth Moll, el alma mater. No voy a dar detalles porque todo eso lo tenéis en este maravilloso Roadtrid que Planet Mtb hizo y cuya lectura me acompaño en varias ocasiones los días previos:
http://www.planetmtb.es/index.php/es/rutas/item/232-tracks-astures-mtb
Lo que yo pretendo es primero animar a todas las féminas a hacer algo así: es una experiencia absolutamente maravillosa, y posible. Y en segundo lugar, claro está, a todos los lectores. Pero también, me decido a escribir esto, porque quiero dejar por escrito esas maravillosas sensaciones que he vivido, para algún día, volver a oler esos bosques, volver a ver en mi mente ese verde tan diferente, volver a perderme en el horizonte de ese mar y en la arena de esas playas tan inmensas, y volver a mojarme con esa lluvia, que allí, es diferente.
El túnel del tiempo.
Pues sí, como si de una película de ficción se tratara, viajando hacia ese paraíso que es Asturias hay un inmenso túnel, que una vez atravesado te transporta a otro lugar. El verde inunda el paisaje, el aire se purifica, las montañas se dibujan, el cielo… aunque gris ese día era diferente. Estábamos cerca… Y ya, viendo el paisaje tras la ventanilla del coche sabíamos que íbamos a disfrutar.
Llegamos al hotel de La Nava a la hora de la cena. Ruth tenía obligaciones laborales, pero ya desde días previos la tenía vía Facebook y WhatsApp pendiente de todo. De toda la expedición inicial solo habíamos quedado Micky, Javibici y yo, ya que las semanas previas, por uno u otro motivo, nuestros virtuales compañeros se fueron “auto eliminando” de la lista de convocados unos por motivos laborales, otros por falta de forma física, otros por cuestiones económicas etc.: Oscar, Chema, Willy, Alberto… no os dejamos en el camino, nos acordamos tanto de vosotros… que al año que viene repetiremos viaje para llevaros.
Empezamos a rodar.
El tiempo no nos acompañó ese día, y Ruth nos propuso, como opción, cambiar la ruta de ese día para el sábado (habíamos cogido una noche extra). Su preocupación era que no veríamos el paisaje, que no disfrutaríamos. Nosotros estábamos tan ansiosos, que las gotas de agua no nos mojaban, y decidimos salir a rodar. Además, comparado con Madrid, cualquier paisaje nos parecería espectacular. Y nos mojamos. Pero nos encantó.
Salimos de Nava (lugar al que regresaríamos tras cuatro días ya que la ruta es circular) dirección norte hacia la sierra de Peña Mayor. Eran pasadas las 10am, pero Ruth nos quería acompañar y tenía otros compromisos. Y nosotros encantados. Y nada más empezar, ¿Qué teníamos? Pues sí, una subida. ¡Madre mía, si ni he calentado! Y no creas que era fácil, tendidito…no… ya estos primeros kilómetros nos avisaban de donde nos habíamos metido: 23 y 24% de desnivel.
Pero el final, ese pasto, esas vistas, ese lugar es tan maravilloso, que automáticamente, nada más subir, estás deseando seguir subiendo. Ruth nos contaba, que con un día claro, las vistas eran aún más impresionantes, pero tanto a mí como a mis compañeros de viaje nos parecía que estábamos entrando en el paraíso. Recorremos más pistas, algunas muy rápidas, y bajamos, como es lógico después de haber subido tanto.
Tras soltar un poco de adrenalina, comenzamos de nuevo a subir. Y más valles, y más vistas que parecen un lienzo o una fotografía de esas que no puedes olvidar. Las vacas y ovejas pastando, y los caballos trotando de vez en cuando nos ponían en movimiento nuestro “lienzo” particular. Las aldeas, mínimamente habitadas, los campos labrados, los tractores, los araos, los hórreos etc. Todo nos recordaba que estábamos lejos de casa, de la civilización. De repente vi a “Bambi” saltar ¡jo! Que impresión me dio. ¡Estaba en el paraíso de verdad!
Con todo esto, comimos algo en Infiesto, creo recordar, y nos dispusimos a terminar la primera etapa hasta Cangas de Onís, tras recorrer los 63 kilómetros previstos, no recuerdo el tiempo, ni lo miré, ni me importaba. Olvidarme del reloj, y del tiempo en estos viajes es requisito indispensable. Si decir que de todas fue la etapa menos técnica, y que prácticamente todo el recorrido fue ciclable.
Cangas de Onís.
O lo que es lo mismo. El para]
]>